Declaración de la Asamblea de redes de Justicia Climática de América Latina y el Caribe frente a la crisis climática y ambiental, en el camino hacia la Cumbre de los Pueblos de Belém
La COP16 de la Convención de Diversidad Biológica, realizada en Cali, Colombia, del 21 de octubre al 1 de noviembre, muestra que, a pesar de la gran participación de la sociedad civil y de la creación del órgano subsidiario del Artículo 8j de Pueblos Indígenas y Comunidades Locales, las negociaciones en el marco de las Naciones
Unidas están muy lejos de detener la pérdida de la biodiversidad y cambiar el rumbo de la crisis climática. Las Conferencias de las Partes y las decisiones que adoptan no plantean ningún cambio sistémico a la crisis ambiental; por el contrario, reproducen asimetrías de poder coloniales que impiden lograr un cambio transformador para enfrentar el colapso climático y ecológico.
La COP16 en Cali debería haberse centrado en la implementación del Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal (MMBKM) y en avanzar en la movilización de recursos, $200 mil millones anuales para 2030. Sin embargo, varias partes del Norte Global continúan impulsando enfoques de mercado, promovidos igualmente por las mismas corporaciones responsables de la destrucción ambiental, que no ofrecen ninguna garantía real para la protección de nuestros ecosistemas. El acceso directo a financiamiento para iniciativas de conservación comunitarias
lideradas por los pueblos indígenas, comunidades locales, afrodescendientes, mujeres y jóvenes tampoco está garantizado.
Estas y otras omisiones de enfoques de derechos humanos y de género, ya acordado en el marco, han llevado a las discusiones de la COP hacia una lógica capitalocéntrica, saturada de “esquemas innovadores” y falsas soluciones que no abordan las causas estructurales de la crisis climática y de biodiversidad.
El hecho de que a la fecha solo 44 de 196 países han presentado sus Estrategias y Planes Nacionales de Biodiversidad actualizados, evidencia el fracaso y la falta de compromiso en el marco de la CBD. El carácter voluntario de estas estrategias y planes no ofrece ninguna garantía para detener la pérdida de biodiversidad. La falta de capacidad técnica, asimetrías de acceso a recursos y falta de voluntad política para cumplir los compromisos adquiridos con ambición impiden su real implementación, como ocurre también en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Los pasillos de negociación entre gobiernos de la zona azul mostraron una gran diversidad, pero las voces de los pueblos en toda su diversidad apenas lograron convertirse en corchetes o escuetas propuestas en varios de los textos de negociación.
La sociedad civil tuvo acceso a participación en una zona verde, donde se realizaron más de 900 actividades desde diferentes actores. La organización de esta zona, a cargo del gobierno de Colombia, optó por ser lo más abierta posible y garantizar la participación de la gente. Sin embargo, el tiempo limitado asignado a la mayoría de
los eventos fue insuficiente para consolidar diálogos y propuestas. Así mismo, entre la zona verde y la zona Azul no hubo espacios de intercambio o conexión.
El eslogan de la COP fue “Paz con la Naturaleza”, no obstante, en un contexto de guerra en varias regiones, pareciera que olvidamos que no solo estamos viviendo uno de los genocidios más nefastos de la historia de la humanidad en Palestina, sino que nunca antes hemos tenido un abanico tan grande de técnicas de destrucción de la Madre Tierra en favor del extractivismo y el antropocentrismo. La “Paz con la Naturaleza” implica un cambio sistémico profundo, que incluya la transformación de las estructuras financieras y económicas globales, una transición con justicia con los pueblos históricamente oprimidos, de manera particular las comunidades indígenas, locales, afrodescendientes, mujeres y jóvenes, así como el reconocimiento de la Naturaleza como sujeto de derechos y no como un simple
commodity u hogar de los seres humanos.
Frente al fracaso de las COPs desde América Latina:
Abogamos por un enfoque territorial, agroecológico, de derechos humanos y con perspectiva de género, que fortalezca los mecanismos de gobernanza desde los pueblos indígenas, comunidades campesinas y afrodescendientes y organizaciones sociales urbanas. Este enfoque debe priorizar el fortalecimiento del autogobierno y la autodeterminación, así como el reconocimiento de los derechos territoriales de estas comunidades, frente a los desafíos del cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
Exigimos el respeto y la promoción de los usos y costumbres propios de cada territorio, preservando las prácticas tradicionales, culturales y espirituales que constituyen el núcleo de sus cosmovisiones. Estos valores no solo son esenciales para la identidad de los pueblos, sino que también contribuyen a una relación sostenible y respetuosa con la biodiversidad.
Es imperativo fortalecer la capacidad de las comunidades para gestionar sus territorios de acuerdo con sus principios y valores, permitiéndoles enfrentar los efectos del cambio climático y la pérdida de biodiversidad de manera autónoma y conforme a sus propios sistemas de gobernanza.
La creación, defensa y promoción de territorios libres de combustibles fósiles, minería, mega-represas, agronegocios, incendios, deforestación, feminicidios y de ecocidio impulsará una verdadera transformación desde las bases, desde los pueblos.
Las soluciones reales nacen y seguirán naciendo desde lo concreto: desde la recuperación de utopías transformadoras, desde alternativas sistémicas construidas desde abajo. Solo así podremos enfrentar las falsas soluciones que no hacen más que profundizar las contradicciones del capitalismo, la desigualdad y cobrar un alto
precio a los pueblos del mundo, a la Naturaleza y al futuro.
Rechazamos y resistimos las falsas soluciones impuestas desde los espacios corporativos en las negociaciones del clima y la biodiversidad, tanto las llamadas “soluciones basadas en la naturaleza” como las técnicas de remoción, captura y almacenamiento de carbono, que son técnicas de geoingeniería. Estas propuestas están orientadas hacia la acumulación de ganancias, el lavado verde, y no hacia la preservación de la vida en todas sus formas.
Nos oponemos firmemente a los mecanismos de financiamiento que enriquecen a las élites a costa de la naturaleza y en perjuicio de las comunidades más afectadas por el cambio climático, especialmente a las mujeres y jóvenes en toda su diversidad. Este tipo de financiamiento, bajo el disfraz de sostenibilidad, perpetúa las desigualdades y agrava la vulnerabilidad de quienes ya sufren los impactos del colapso ecológico.
Condenamos los mercados de carbono y de biodiversidad, que representan una respuesta hipócrita, fallida y superficial a las crisis. Estos mercados, junto con los mecanismos de compensación por resultados, no ofrecen soluciones reales; solo perpetúan un sistema que traslada la responsabilidad y la carga a los más débiles y desvía la atención de las acciones transformadoras que realmente necesitamos, lavando, a su vez, la cara de los grandes contaminadores.
Rechazamos el avance de la geoingeniería que comprende un conjunto de riesgosas tecnologías que promueve la idea ilusoria y antropocéntrica de que podemos controlar tecnológicamente la naturaleza , movidos por la ganancia y la codicia. Nos respaldamos en el principio de precaución: no debemos asumir riesgos que pongan en peligro el equilibrio del planeta y la existencia de todas las formas de vida.
Abogamos por un cambio profundo y genuino, que respete la justicia ecológica, de género y climática, la equidad y la dignidad de los pueblos.
Denunciamos la captura corporativa de las negociaciones sobre el clima y la biodiversidad. Es inconcebible que la influencia del sector corporativo tenga más peso en el multilateralismo y en los gobiernos que las voces de los pueblos indígenas, las comunidades locales, afrodescendientes, mujeres y jóvenes. Esta captura corporativa está sobrepasando todo límite en las COPs y las convierte en espacios ficticios de partición donde las decisiones son asumidas no por el peso de la razón, sino por los intereses del capital.
Denunciamos durante esta COP, que promueve la “Paz con la Naturaleza”, todas las violaciones de derechos que el multilateralismo ignora. En particular, condenamos enérgicamente el genocidio en Palestina y todas las formas de guerra que agravan la necesidad de respetar y proteger la vida por encima de todo. Es fundamental que cualquier esfuerzo por alcanzar la paz y la sostenibilidad reconozca y aborde estas injusticias, asegurando que las vidas humanas sean priorizadas en nuestras agendas globales.
Asimismo, nos preparamos para la COP30 de Cambio Climático en Belém do Pará, Brasil, donde esperamos llegar con procesos que recuperen realmente las voluntades de los pueblos en sus luchas y reivindicaciones locales y territoriales para encontrar soluciones con, para y desde los pueblos.
La Paz con la Naturaleza sólo será posible si cambiamos el sistema.